Kellogg Insight - Por qué los problemas comunes nos parecen menos graves
Skip to content
The Insightful Leader Live: Learn the Three As of AI | Register
Por qué los problemas comunes nos parecen menos graves
Organizations sept 1, 2025

Por qué los problemas comunes nos parecen menos graves

Cuando sabemos que un problema está muy generalizado, tendemos a considerar que no es muy serio. Y hacemos menos por resolverlo.

illustration of a street scene with people going about their days among clouds of pollutions

Yifan Wu

Based on the research of

Lauren Eskreis-Winkler

Troncoso Peres Luiza Tanoue

Ayelet Fishbach

Desde los grupos de presión hasta las organizaciones sin fines de lucro, quienes defienden distintas causas suelen apoyarse en las estadísticas para evidenciar la magnitud de un problema. Una campaña de recaudación de fondos contra el Alzheimer, por ejemplo, podría recordar que casi siete millones de personas lo sufren. Del mismo modo, una campaña de justicia social podría advertir que el riesgo de encarcelamiento a lo largo de la vida para los hombres negros es de uno de cada cinco.

Para muchos, la expectativa es que subrayar la prevalencia de un problema les permita conseguir respaldo o recursos para su causa.

Pero la investigación de Lauren Eskreis-Winkler, profesora adjunta de Gestión y Organizaciones en la Kellogg School of Management, revela que este enfoque suele producir el efecto contrario. El hecho es que, cuando se muestra a las personas lo extendidos que están los problemas, estas tienden a considerarlos menos graves de lo que inicialmente creían.

A lo largo de una serie de estudios, Eskreis-Winkler y sus coautoras —entre ellas Luiza Tanoue Troncoso Peres, antigua investigadora de la Kellogg, y Ayelet Fishbach, de la Universidad de Chicago— observaron numerosos ejemplos de este fenómeno, al que denominan «la paradoja de los grandes problemas». Es algo que condiciona la manera en que las personas perciben casi todo, desde los peligros de conducir bajo los efectos del alcohol hasta los riesgos para su salud.

«Vivimos en un mundo en el que constantemente nos topamos con información sobre problemas a gran escala —afirma Eskreis-Winkler—. Mis coautoras y yo sentíamos curiosidad: ¿distorsiona esto nuestra forma de pensar sobre los problemas en sí mismos? Pensamos que podría ser así, y descubrimos que era cierto».

La desventaja del optimismo

Durante décadas, las investigaciones han demostrado que, si bien los seres humanos somos compasivos y altruistas con los individuos, a menudo nos cuesta identificarnos con el sufrimiento de grandes grupos. Percibir la magnitud de un problema, al parecer, distorsiona nuestra empatía. Eskreis-Winkler y sus colegas se preguntaron si la escala de un problema no solo afecta nuestra capacidad para sentir, sino que también cambia nuestra forma de pensar.

«Podemos leer que equis millones de personas mueren en accidentes de tráfico cada año, pero ¿cómo nos impactan realmente esas cifras? —dice—. Eso fue lo que nos propusimos explorar en este proyecto».

Irónicamente, la causa de esta paradoja de los grandes problemas, según las investigadoras, bien podría ser otro punto fuerte de la humanidad: el optimismo. La gente suele creer que el mundo es un lugar seguro y que somos capaces de erradicar lo que está mal.

Pero ese mismo optimismo también podría hacernos suponer que, si un problema fuera grave, la humanidad ya lo habría resuelto.

Las investigadoras pusieron a prueba esta hipótesis en una serie de estudios en los que analizaron una amplia gama de problemas en situaciones de la vida real.

«Queríamos explorar la paradoja de los grandes problemas en relación con problemas a los que la gente se enfrenta en su vida cotidiana», afirma Eskreis-Winkler.

En uno de estos estudios, más de 300 residentes de Chicago leyeron sobre uno de tres problemas locales: un restaurante que no había superado una inspección sanitaria, un edificio que había infringido un código de seguridad y un niño pequeño que no había sido vacunado contra el sarampión, las paperas ni la rubéola. Los participantes calificaron la probabilidad de que el problema causara daños en una escala del 1 al 100. Entonces se enteraron de la prevalencia real del problema (por ejemplo, «los investigadores descubrieron que más de 10 000 edificios en Chicago han sido sancionados por infracciones del código de construcción») y una vez más calificaron la probabilidad de que el problema causara daños.

En cada situación, tras conocer la prevalencia, los participantes consideraron que era menos probable que el problema causara daños.

Estimación del daño

El equipo de investigación comprobó esta paradoja de los grandes problemas en otras situaciones.

Por ejemplo, en un estudio similar al primero, investigaron cómo veían unos 120 empleados reunidos en la conferencia de una empresa farmacéutica el problema de que un paciente no tomara sus medicamentos según las indicaciones médicas. Los empleados calcularon las probabilidades de que este comportamiento provocara la hospitalización del paciente. A continuación, vieron anuncios reales que advertían que el 75 por ciento de los pacientes no toman sus medicamentos según las prescripciones médicas, y volvieron a calcular la probabilidad de que los pacientes terminaran hospitalizados.

Nuevamente, cuando los participantes se enteraron de lo extendido que está el problema del incumplimiento terapéutico, concluyeron que era menos probable que causara daños de lo que inicialmente pensaron. La paradoja de los grandes problemas en este caso resultó influir incluso en la opinión de expertos.

Este hallazgo también se observó en varios otros estudios, incluidos aquellos que se centraron en problemas comunes, como conducir bajo los efectos del alcohol, y otros en los que se pagó a los participantes para que adivinaran correctamente el riesgo de daño.

Problemas difíciles

El equipo de investigación también exploró problemas notorios por lo difícil que resulta conseguir que las personas se enfrenten a ellos, y encontró más pruebas de la existencia de la paradoja de los grandes problemas.

En uno de esos estudios, 200 participantes leyeron acerca de una familia de un barrio residencial acomodado que descubrió que varias sustancias químicas, como la poliamida, el poliéster y el cloruro de vinilo polimerizante, se habían infiltrado en su agua potable. A algunos participantes se les dijo que estas sustancias químicas son comunes en el agua del grifo, mientras que a otros no se les proporcionó esta información. A continuación, todos los participantes clasificaron la probabilidad de que resultaran ciertas las siguientes afirmaciones: la primera, que la familia no se iba a enfermar a causa del agua y la segunda, que el Gobierno había analizado el agua y garantizado su inocuidad.

Los que se enteraron de lo habitual que era la presencia de esas sustancias químicas fueron más propensos a creer que la familia no enfermaría y que el Gobierno se había ocupado del problema de manera eficaz. En efecto, los participantes se sintieron más optimistas con respecto a la situación cuando supieron que tales sustancias eran frecuentes en el agua.

Por lo tanto, si esta paradoja de los grandes problemas se produce porque la gente se siente optimista acerca de una situación, lo lógico sería que dejara de producirse cuando la gente se siente menos optimista.

Sin embargo, contrariamente a esta línea de razonamiento, las investigadoras descubrieron que la paradoja también se producía incluso en situaciones en las que la gente no esperaba que sucediera nada bueno.

En un estudio, por ejemplo, más de 100 participantes leyeron sobre una familia que vivía en un barrio adinerado u otra que vivía en un barrio pobre. A todos los participantes se les informó sobre los mismos contaminantes presentes en el agua del grifo y se les preguntó hasta qué punto creían que la familia se enfermaría a causa de ellos. Los participantes de ambos grupos —independientemente de si se sentían optimistas respecto a la situación de la familia— consideraron que el agua contaminada era menos perjudicial cuando supieron que la presencia de esas sustancias químicas era habitual en el agua del grifo.

Cabe destacar, sin embargo, que el efecto de la paradoja de los grandes problemas fue menos pronunciado en el grupo que leyó sobre el barrio pobre, lo que parece indicar que tal vez sea menos fuerte cuando las personas se sienten menos optimistas.

El efecto en la motivación para ayudar

Estos hallazgos motivaron a Eskreis-Winkler y sus colegas a investigar de qué manera esta paradoja podría influir en la motivación de las personas para ayudar a los demás.

Para ello, el equipo realizó varios estudios en los que pidió a los participantes que imaginaran que un amigo súbitamente sufría una crisis médica, que calcularan el peligro que corría la vida del amigo y que valoraran su motivación para ayudarlo a buscar atención médica de urgencia.

En un estudio en que la crisis era un dolor torácico, por ejemplo, los participantes consideraron que había menos probabilidades de que causara graves daños a su amigo cuando supieron que era algo bastante común («Más de nueve millones de adultos en Estados Unidos sufren de dolor torácico cada año»). Esta información también hizo que disminuyese su motivación para ayudarlo.

Asimismo, enterarse de lo frecuentes que son otros tipos de problemas médicos hizo que la gente se mostrara menos dispuesta a financiar la lucha contra ellos.

En otro estudio, el equipo de investigación mostró a los participantes los perfiles en línea de dos jóvenes: una necesitaba operarse de una úlcera y la otra del tracto gastrointestinal superior. El equipo comunicó a los participantes que solo había fondos para sufragar una de las dos operaciones.

Los participantes que se enteraron de la prevalencia de estas intervenciones —cirugía de úlcera (frecuente) y cirugía gastrointestinal (poco frecuente)— no solo consideraron que el problema más frecuente era el de menor gravedad, sino que también prefirieron ayudar a la joven con la afección poco común.

«Estos son los resultados más importantes del estudio —afirma Eskreis-Winkler—. La conclusión es que conocer la prevalencia de un problema puede reducir la motivación de las personas para actuar en la vida real».

Aun así, Eskreis-Winkler señala que las percepciones erróneas, como la de la paradoja de los grandes problemas, no son en sí mismas ni buenas ni malas. Que tengan efectos positivos o negativos en realidad depende de la situación.

Quizás «si alguien tiene un miedo irracional a una enfermedad, conocer su prevalencia podría ayudarlo a temerla menos y a vivir una vida más plena», dice. «La paradoja de los grandes problemas podría tener útiles beneficios».

About the Writer

Emily Ayshford is a freelance writer in Chicago.

About the Research

Eskreis-Winkler, Lauren, Troncoso Peres, Luiza Tanoue, and Ayelet Fishbach. 2024. “The Bigger the Problem the Littler: When the Scope of a Problem Makes It Seem Less Dangerous.” Journal of Personality and Social Psychology.

Read the original

More in Business Insights Organizations
2211 Campus Drive, Evanston, IL 60208
© Kellogg School of Management, Northwestern
University. All Rights Reserved. Privacy Policy.